Espacio de diálogo para interpelarnos sobre cómo llevamos nuestras vidas urbanas

Hoy en día, desde el punto de vista social, l@s que más saben de la ciudad son l@s que menos acceso tienen a ella. Como “la ñata contra el vidrio” del tango, los sectores populares nacen al calor de la ciudad siendo parte de ella, pero quedando afuera. Son estos sectores los que han conseguido que la ciudad evolucione y no, como se cree, que lo hacen los desarrolladores o el sector inmobiliario. Son ellos y ellas que colectivamente han luchado por mejoras en el transporte público, en la higiene urbana, en el acceso a la tierra, en la proximidad de los lugares de trabajo. Luego, toda la sociedad se beneficia, pero olvida rápido quienes fueron l@s que pusieron el cuerpo. Hoy lo siguen haciendo. Para el resto de la sociedad, como si fuera una película en un idioma incomprensible, la ciudad que l@s rodea es algo inexplicable que sucede todo el tiempo.

Si la ciudad se constituye como un espacio-tiempo particular que nos modela, a la vez que lo vamos modelando, ¿cómo hacemos para ejercitar un reconocimiento consciente de nuestra dimensión territorial para ir descifrando ese idioma? Por un lado, necesitamos como sociedad, expandir las problemática del hábitat, de la ciudad, del territorio hacia un ámbito más amplio, buscando construir agendas públicas que se debatan colectivamente en diferentes territorios. Por el otro, necesitamos un Estado preparado para que participe en los procesos de diálogos y debates que surjan, y que, además promueva nuevos procesos en los cuales construir acuerdos socio- gubernamentales amplios para mejorar la vida colectiva en las ciudades. Sobre este último punto vamos a avanzar.

Hoy en los debates urbanos, nos hablan de la ciudad creativa, la ciudad inteligente, la ciudad participativa, la ciudad resiliente, la ciudad sostenible, y muchos otros más. ¿Y qué son? ¿En qué idioma nos hablan? A simple vista, se podría decir que son los múltiples títulos que fueron diseñados para esquivar la complejidad urbana, para evitar que la ciudad sea entendida como un entramado espacio-tiempo-sociedad. Surgidos de conceptos profundos, al ser desnaturalizados fueron convirtiéndolos en eslogan, correspondiente con el discurso hegemónico de la ciudad como una mercancía.

Para desmontar el eslogan de ciudad inteligente, se recomienda leer en este mismo espacio el artículo de Fernando Murillo[1]. Para desmontar los demás, ya estamos preparando material en Hábitat Ciudadano[2]. Acá nos dedicaremos a desarmar las falsas ideas de participación.

Consideremos a la participación como un proceso en el cual distintos actores, no necesariamente aliados e incluso con diferencias importantes, deciden compartir el poder. Dentro de esta definición, podríamos considerar desde lobbys hasta la opinión pública, siendo entonces insuficiente. Sumémosle entonces, que el poder construido sea una construcción dentro de ese proceso con el objetivo de resolver/mitigar problemas existentes que con sistemas tradicionales no resuelven. Aún entraría el lobby.

Agreguemos entonces que los mecanismos que motorizan el proceso deban profundizar la democracia y que además los resultados deban mejorar la calidad de vida de la población afectada y/o del conjunto de la población. En este caso, podemos acercarnos un poco mas a lo que significa la participación, aunque todavía en esta definición, podrían entrar procesos que no aportan al bien común. Sumemos el reconocimiento/ promoción/ construcción de colectivos, debiendo respetar y mantener la autonomía de los actores durante los procesos de diálogos y debates. La problematización de los problemas, el trabajo en la multiescalaridad y el surgimiento del proceso a partir de conflictos.

Estas serían las condiciones que deberíamos tener en cuenta para analizar un proceso participativo de cualquier orden. En la cuestión particular de las ciudades, entendemos que muchos de los conflictos urbanos (acceso a la tierra, a la vivienda, provisión de infraestructura, inundaciones, problemas ambientales, sistemas de transporte insuficientes, cambios en los patrones de desarrollo, y muchos otros) se caracterizan por contener una alta complejidad, que requerirá sumar, un método complejo para el desarrollo de los procesos dialógicos, que permitan y promuevan su sostenibilidad.

En este marco, nos interesa revisar algunas propuestas surgidas desde el Estado, para hallar la distancia entre la participación y el marketing, tomando como ejemplo tres casos actuales.

Un municipio publicita en su página web, una votación para elegir el nombre de un puente, y esa elección se hará sobre tres nombres preestablecidos. Otro, dice que su objetivo es fortalecer la participación a través de institutos creados (juntas vecinales, presupuesto participativo). Un gobierno particular, como una ciudad autónoma, comparte en su página los resultados de la participación en el marco de los años 2016-2017 la suma de 200 obras y/o proyectos decididos entre toda la población, encontrando los ítems de: cultura, innovación, transporte, vida saludable, mascotas y deportes.

En todos los casos prima la mirada limitada de la participación.

En el primero, hay que elegir virtualmente opciones sobre cuestiones mínimas (el nombre es algo importante, en tanto sea un reclamo social) y de forma cerrada entre opciones en las que no participamos. Cabe aclarar que los tres nombres del caso eran de hombres, en esa elección no había cupo femenino. Que la votación sea virtual, nos interpela en la cuestión colectiva. ¿Lo colectivo sería la suma de individualidades?

En el segundo caso, vemos que la participación se fortalecería a través de institutos propios de participación, sin un área específica del organigrama (así sea un nivel de departamento, al menos) que pueda planificar su accionar y administrar presupuesto propio, aún con necesidad de autorización.

En el último caso, vemos como la evaluación es cuantitativa, en cantidad y tipo de proyecto. Por otro lado, para el presupuesto y el sistema de consulta, que es virtual y por el famoso sistema de elecciones múltiples, el aporte en 100 proyectos obras por año es de un nivel extremadamente bajo para una población de 3 millones. A esto hay que sumarle que las temáticas versan sobre temas superficiales, para una complejidad urbana en continua crisis.

Estos son casos comunes, del nivel mas radicalizado de desnaturalización. Pero no los únicos, ya que aún si fueran presenciales, aún si tuvieran un presupuesto propio, la naturaleza del neoliberalismo de evitar la cuestión colectiva, amparados en una extrema individualidad, los descalifica como tales. Porque la participación tiene en su núcleo ser un espacio para compartir poder de decisión sobre asuntos problematizados colectivamente, a través de procesos de diálogo sostenido en un tiempo.

Existen varios problemas con el estilo superficial y marketinero con el que el neoliberalismo se ha apropiado y ejerce la participación. Uno es la temática, que, lejos de ser sustantiva, se remite a una escala pequeña y simple, infantilizando el aporte popular. No toca temas como inundaciones, integración urbana, sistema de transporte o desarrollo local de barrios o comunas. Se consulta sobre colores de la hamaca, nombres para los equipamientos urbanos, y hasta se llega a preguntar si un servicio (cuya obligación es brindarlo) debe brindarlo el Estado. Otra es en la forma. Todas las que utiliza están basadas en estrategias del marketing[3], y van desde consultas por la web, focus gropus, visitas a obras y proyectos en marcha, como si eso fuera un ejercicio de control, siendo que en la mayoría de los casos, los que participan de forma individual no pueden portar el saber necesario para controlar lo que están visitando.

Las ciudades, sus conflictos urbanos de altas complejidades, requieren de espacios-procesos de diálogo y debate, que promueva la participación, constituyendo instancias colectivas, para poder producir los acuerdos, tanto en los diagnósticos como en las estrategias intervención.

En el punto 8 del Consenso Nacional para un Hábitat Digno[4], para garantizar la participación ciudadana,propusimos “…que los organismos públicos utilicen herramientas adecuadas (como instancias multilaterales formalizadas, trabajo conjunto en talleres, debates, audiencias y consultas públicas) que eliminen las asimetrías en la capacidad de participación entre los diferentes grupos sociales.”

Solo en estos espacios de diálogo y debate, que sabemos que estarán cargados de tensiones, en esa construcción colectiva de conocimiento situacional, en la cual los saberes académicos, populares, administrativos y políticos dialoguen,  encontraremos la posibilidad de desarrollo.

MARIANA SEGURA

ABRIL 2018

 

[1]http://www.proyectohabitar.org/notas/inteligencia-urbana-por-fernando-murillo/

[2]www.habitatciudadano.com

[3]Acá van dos páginas web, pero hay milloneshttps://www.mkcheck.com/marketing-de-participacion/ y https://www.soyunamarca.com/participacion-como-involucrar-a-tus-clientes-en-tu-estrategia/

[4]http://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2017/07/HD_web.pdf

*MARIANA SEGURA, ARQUITECTA Y URBANISTA

Arquitecta (Facultad de Arquitectura y Urbanismo FAU/UNLP). Diploma Superior en Políticas Públicas (PRIGGEP/FLACSO). Fue Coordinadora Adjunta de Proyectos del Programa “Planificación Participativa y Gestión Asociada (PPGA)” de FLACSO Argentina e integrante de la Red de Formadores en PPGA. Como Consultora, ha desarrollados proyectos en escalas urbanas, micro-regionales, provinciales y regionales, como así también en diferentes proyectos nacionales. Se ha desempeñado en proyectos patrocinados por UNESCO, JICA, PNUD y Fundación Ebert. Actualmente Coordina el equipo de Gestión de un proyecto Secretaría de Cultura de Nación/ UNESCO y tiene en preparación la Coordinación del equipo de Investigación de un proyecto COPRETI/ UNICEF.

Se especializa en diseños metodológicos de proyectos participativos urbanos- ambientales y socio- territoriales, trabajando la complejidad de problemas actuales a través de la construcción de colectivos de planificación y gestión mixtos, socio-gubernamentales; asistiendo a la construcción de proyectos intersectoriales intra- gubernamentales; fortaleciendo y gestionando redes de proyectos participativos a través de metodologías para la gestión de redes y coordinando ciclos, talleres y otras instancias participativas de planificación- gestión.

imagen: DG Adrián Acosta y Marcelo Vera para «Habitar en contextos de desigualdad», Proyecto Habitar
fuente bio: http://redenmovimiento2.blogspot.com.ar/p/modulo-5.html

 

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