El 24 de marzo nos encuentra nuevamente en la Plaza de Mayo para alzar la voz y decir “30.000 compañeros detenidos, desaparecidos están presentes en la lucha de todos nosotros”.
 
Nos trae aquí la certeza de que la dirección trazada por su lucha es la misma que hoy guía el trabajo que día a día cientos de miles de compañeros llevamos adelante en las aulas, en las obras de viviendas de los barrios populares y en los debates de ideas.
 
La dictadura fue un duro golpe para los avances que la acción pública venía construyendo en materia de hábitat. Delegados villeros, sociedades de fomento, cooperativas de vivienda obrera, autoconstrucción con apoyo técnico, talleres barriales con voluntarios universitarios para relevar, proyectar y construir. Los instrumentos comenzaron a ser pensados por los involucrados y la potencia que adquirían se hacía extensiva a toda la sociedad.
Los militares, ejecutores de las políticas que resguardaron y resguardan los privilegios de las clases dominantes, terminaron con esto con violencia, silenciando, fragmentando, borrando y amenazando a cualquiera que tuviera intenciones de mirar hacia atrás.
 
A más de cuarenta años del golpe, durante los últimos períodos de democracia se han restaurado numerosos derechos. Sin embargo, el derecho a pensarnos como sociedad, a programar lo colectivo, nuestras ciudades y nuestras viviendas no tiene lugar en nuestra legislación.
La política de vivienda y la política urbana resultan una válvula de escape de la enorme maquinaria que extrae la renta del suelo y de la industria de la construcción.
 
Los gobiernos no exigen a los empleadores retribuir a los trabajadores una suma suficiente para que estos puedan adquirir sus casas. Tampoco proponen que las viviendas pertenezcan a sus moradores, mucho menos se plantea la propiedad pública del suelo. En este contexto, la gestión democrática del territorio está lejos de existir. Sin embargo, desde las organizaciones sociales, territoriales, y políticas, en distintos puntos del país, caminamos para reconstruir ese proyecto.
 
El gobierno actual copia nuestras palabras y falsifica los instrumentos que hace más de 40 años supieron configurar nuestros compañeros; pero todos sabemos que detrás de esa cáscara no hay nada.
 
Las políticas actuales solo persiguen reproducir el capital. Las ciudades se maquillan con mayor esmero pero con la misma hipocresía que se escondían las villas detrás de muros durante el mundial ‘78. El único sentido de las obras de infraestructura de hoy, es facturar tareas con mucha rentabilidad y reducido conflicto técnico. Los programas de crédito hipotecario se indexan hoy, igual que en la dictadura, y tienen por objetivo generar sujetos de crédito, individuales y librados a su suerte.
 
El resultado de estas políticas presenta las más injustas formas de habitar. Necesitamos políticas que se instrumenten desde las necesidades de los actores involucrados, solo así escucharemos que necesitamos más solidaridad, más colaboración, aumentar los servicios, disminuir los costos, aumentar los recursos, reducir las restricciones a la expresión social…
 
Tenemos mucho para transformar pero ya comenzamos hace más de 40 años.
 
Nos quieren consumidores. No queremos elegir, queremos protagonizar!
 
Justicia, protagonismo, trabajo digno, conciencia histórica.
 
30.000 compañeros desaparecidos, presentes! Ahora y siempre!!
 

 

Proyecto Habitar
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