Pasantía 2020: La perspectiva integral en la construccion de una formación hacia el derecho a la ciudad

Autores: Ezequiel Biagioni y Cecilia Maggi

 

Durante septiembre y octubre llevamos a cabo la Pasantía Plataforma por el Derecho a la Ciudad, un proceso de enseñanza – aprendizaje junto a más de 100 estudiantes de distintas carreras vinculadas al hábitat. Los mismos pertenecían a diversas universidades nacionales del Área Metropolitana de Buenos Aires: FADU-UBA, Universidad de General Sarmiento, Universidad Nacional de La Matanza, Universidad nacional de Avellaneda, Universidad San Martin, Universidad Nacional de Lanús, Universidad Nacional de Moreno, Universidad Nacional de La Plata, y la Universidad Nacional de José C. Paz.

Rediseñar la propuesta de formación este año implicó un desafío diferente. El contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio, nos obligó a atravesar el proceso de enseñanza y aprendizaje sin compartir el espacio del aula, sin realizar visitas a los territorios. Sin embargo, el objetivo profundo de transformación de nuestra profesión hacia una socialmente valiosa sigue siendo el motor que impulsa ese rediseño.

Este año entonces, pudimos trabajar con les estudiantes y les pobladores, promoviendo relaciones de proximidad restituyendo la historia de trabajo conjunto y repensando críticamente los espacios de la ciudad. Nos encontramos en talleres y foros virtuales; realizamos relevamientos a partir de herramientas digitales, observando las condiciones físicas del espacio, e incorporamos la dimensión social llevando a cabo 30 entrevistas por video llamada a les pobladores del territorio, con la perspectiva de profundizar en el análisis e incorporar la experiencia cotidiana de las personas en la construcción de su hábitat.

Trabajamos en el proyecto de investigación Plataforma por el Derecho a la Ciudad, en la construcción de datos concretos de las condiciones espaciales del AMBA, con la intención de realizar un aporte al registro de la gestión participativa de las trasformaciones en la producción urbana. En ese sentido, nuestro objetivo fue aproximarnos, desde una perspectiva relacional, a comprender algunos aspectos de la desigualdad urbana, enfocándonos en las manifestaciones físicas y sociales que se producen en los espacios de esparcimiento de los territorios de Lomas de Zamora y Malvinas Argentinas.

Desde el colectivo Proyecto Habitar entendemos que es relevante incorporar la perspectiva integral del hábitat a la formación de les futuros profesionales, estudiantes de arquitectura y urbanismo, otorgándole el lugar central que requiere en las instituciones académicas. Poner en valor las propuestas pedagógicas que reconozcan las dinámicas territoriales, que contemplen la producción social del hábitat y los procesos sociales, para trascender la descontextualización y la formación acrítica que reproduce la injusta desigualdad espacial. Desde las prácticas de formación, es necesario participar activamente en los procesos de transformación urbana con aportes específicos, reflexionando sobre los procesos de manera democrática y situada, trabajando colectivamente en la construcción de herramientas disciplinares para revertir las condiciones desiguales del territorio, hacia el derecho a la ciudad.

MESA DEBATE «HERRAMIENTAS PARA CONSTRUIR UNA CIUDAD INCLUSIVA»

Autora: Maite Niborski, arq

 

 

El día 2 de Noviembre tuvo lugar la mesa debate “Herramientas para construir una ciudad inclusiva” organizada por la Comisión de Acceso a Derechos, Hábitat y Género del CAPBA d2, en la cual expusieron Mariana Segura, Natalia Czitajlo, Eva Álvarez y Carlos Gómez sobre el trabajo realizado desde distintos espacios en las transformaciones en el hábitat.

En un primer momento expuso Mariana Segura, directora de la unidad ejecutora del Programa de Mejoramiento de Barrios de la Provincia de Buenos Aires (PRO.ME.BA.). Aportó una mirada sobre la composición del organigrama municipal según género. Se observa que las áreas municipales de infraestructura y de obras públicas, 13 están dirigidas por mujeres, en relación con 102 dirigidas por hombres. En las áreas municipales de tierras en cambio, son 7 mujeres y 8 hombres quienes están a cargo.

Asimismo, comentó que desde el Programa se están desarrollando algunos mecanismos de equidad en las políticas para operar sobre la violencia de género, tales como destinar partidas presupuestarias específicamente para proyectos de mujeres y disidencias, dar prioridad a las mujeres en los boletos de compra venta por el plan Familia Propietaria y Regularización Dominial. Recientemente se firmaron 2 disposiciones que rigen de ahora en más para el PRO.ME.BA., con objeto de priorizar empresas/cooperativas que estén a cargo de mujeres, y que cuenten con un 30% de participación del género femenino; así como fomentar desde el punto de vista de los planes urbanos, se produzcan propuestas con perspectiva de urbanismo feminista.

Desde un enfoque académico, la Dra. Arq.  Natalia Czitajlo compartió las experiencias del Observatorio de Fenómenos Urbanos y Territoriales (OFUT) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Tucumán. El observatorio se propone como un espacio para analizar el territorio del área metropolitana de Tucumán; articulando actividades de grado, investigación y extensión, que se promueven en el sentido de la formación de profesionales para leer los procesos territoriales de manera situada. Poniendo en foco en un sistema productivo que es desigual, se plantea la generación de desarrollos técnico-metodológicos que aporten a visibilizar la desigualdad, así como las necesidades y demandas de los grupos / sujetos que se omiten. El laboratorio, trabaja vinculando conceptos de otros campos del conocimiento tales como la sociología, la geografía, la antropología urbana, reconociendo los procesos interdisciplinarios, como necesaria para el desarrollo de una mirada compleja de la realidad. En las distintas acciones presentadas, queda de manifiesto un modo de investigación y extensión universitaria que  colabora en la visibilización de lo que está oculto, así como en la generación de instrumentos que promuevan otras formas de acceso al conocimiento, diagnostico, gestión y planificación territorial.

Les arquitectes Eva Álvarez y Carlos Gómez desde Valencia, aportaron una mirada de la desigualdad de géneros que atraviesa no sólo a las mujeres, sino tambien a quienes están involucrades en la producción de la ciudad. Para ello han dado cuenta de una producción de arquitectura que promueva otras relaciones sociales en el espacio, a la vez que es una arquitectura que se construye con la mirada de les pobladores. Arquitecturas que no determinan, sino permiten que la vida se transforme.

Desde Proyecto Habitar consideramos que estos espacios de discusión en los colegios que regulan la profesión son valiosos. La perspectiva de género en la producción de la ciudad aporta a pensarla desde la vida cotidiana. Haciendo visible la relación de la vida productiva y  reproductiva, desde la diversidad de necesidades, intereses, posibilidades y acciones que en ella se realizan. En el camino a revisar la práctica, para reflexionar y promover perspectivas que hacen a un ejercicio profesional que contrarreste la desigualdad en el acceso a la vida urbana.

 

 

 

Para ver el encuentro  seguir el siguiente Link

El urbanismo de lo cotidiano, la perspectiva de géneros en tiempos de pandemia en Latinoamérica*

*El siguiente artículo forma parte de los anexos de las bases del concurso Concurso Mercados Post Covid – 19. Para mas información: https://concursomercadospc19.com/

Autora: Mg. Ma. Eugenia Jaime. Docente, Investigadora. Instituto del Conurbano. Universidad Nacional de General Sarmiento. mjaime@ungs.edu.ar

 

 

LOS MERCADOS DE FRUTAS Y VERDURAS

Entre corridas y empujones, mientras se acomodan el barbijo, van apilando los cajones y canastos con verduras y frutas. Se higieniza la zona del puesto, se preparan los toldos y se intenta guardar distancia esperando que haya lugar para todes. Si hoy no se venden algunas frutas tendrán que llevarlas a la casa. Imposible preparar comida para les compradores o para les trabajadores del mercado, ya nadie compra nada. En los últimos años el número de les trabajadores aumentó considerablemente, las edades son diversas, y no son pocos les menores de edad. Se trata de largas jornadas laborales, abarcan todos los días de la semana, y el día comienza en algunos casos a las 3 de la madrugada, extendiéndose a veces hasta la puesta del sol. Las mujeres que trabajan en el mercado realizan, en general, las mismas tareas que sus compañeros varones, sin embargo, les pagan menos dinero.

Esta escena recorre Latinoamérica, tanto en los grandes mercados como en los pequeños, lo que cambia es la capacidad de sostener el protocolo de medidas preventivas dispuestas para enfrentar la emergencia sanitaria producto del Covid-19.

La distribución de alimentos fue un rubro exceptuado de cumplir con las restricciones de circulación debido a su necesidad vital. Por lo mismo requiere de muchos cuidados para evitar contagios ya que concentra una gran cantidad de trabajadores en torno a ella.

Para dimensionar el flujo de intercambios podemos citar algunos ejemplos:

  • El Mercado Central de Buenos Aires, Mercado Mayorista de Frutas y Hortalizas comercializa mensualmente 100 mil toneladas de frutas y verduras de todo el país para abastecer a los 13 millones de habitantes de Ciudad y Gran Buenos Aires. En su operatoria diaria genera más de 5.000 empleos directos con un flujo de más de 000 personas por día.[1]
  • El mercado Central Mayorista de Antioquia, Central Mayorista, en pleno centro de Medellín, al mes se mueven 270 mil toneladas de alimentos, ingresan más de 55.000 personas diarias y tiene un tráfico de unos 22.000 vehículos por día.[2]
  • El Gran Mercado Mayorista de Lima (GMML) y el Mercado de Frutas No. 2 están moviendo al mes 240 mil toneladas de productos de primera necesidad (verduras, hortalizas y frutas).[3]

En todos los casos el sistema de distribución tiene un alto porcentaje de trabajo informal, y se convierte en el pilar de las posibilidades de existencia de un alto porcentaje de los pobres urbanos de Latinoamérica.

 

CONDICIONES DE TRABAJO

Como indicábamos anteriormente el trabajo en los mercados se realiza en condiciones muy precarias y su remuneración es muy baja; la mayoría de les trabajadores que realizan estas tareas lo hacen ante la falta de otra salida laboral.

En esto último el hecho de pertenecer al género femenino aumenta las dificultades para el acceso a un trabajo de tiempo completo, bien remunerado y esto se debe a un rol construido socialmente, que delega en las mujeres y en los cuerpos femenizados las tareas de cuidado.

El mercado de trabajo (en un cruce multidimensional entre cultura, religión e ideas políticas) traza una ajustada división en la organización del trabajo para hombres y mujeres, tanto horizontal como verticalmente (Ribas Bonet, 2006). Se trata de una devaluación del trabajo de las mujeres que identifica a las actividades masculinas como normales y a las actividades femeninas como inferiores, poniendo en sus manos las actividades reproductivas, la mayoría de las veces no remuneradas por no considerarse trabajo.

En América Latina en promedio las mujeres contribuyen con el 73% del tiempo total destinado al trabajo no remunerado en los hogares, mientas que los hombres con el 27% restante.

En Argentina dos de cada tres mujeres se ocupan en puestos de baja calificación. La gran mayoría se ocupa en tareas de servicios generales, comercialización o gestión administrativa. A la vez que muestran una menor presencia en cargos de jefatura y dirección.

Esta diferenciación se traduce en la valoración del trabajo al momento de establecer la remuneración entre hombres y mujeres, desfavoreciendo a las segundas sobre los primeros. Los trabajos masculinos se pagan mejor que los femeninos. La devaluación del trabajo no remunerado que realizan usualmente las mujeres carece de jerarquía observado desde la perspectiva monetaria.

La devaluación del trabajo femenino invisibiliza el aporte de estas prácticas, y por tanto no permite que se desarrollen los conflictos y las posibilidades de reclamar los derechos asociados se vuelve muy difícil.

Además, el rol asignado al género femenino y a los cuerpos femenizados también limita el tiempo disponible de los mismos para participar en el mercado laboral y condicionar el tipo de trabajo que tienen. Las mujeres poseen una presencia mayoritaria en la economía informal, donde no poseen protección y seguridad social, toman trabajos de tiempo parcial, temporales, en negocios de subsistencia de poca rentabilidad, y en autoempleo. Dinámicas que les permita ausentarse por cuidados o ser acompañadas por sus hijos si fuera necesario. El trabajo en mercados de abastos y comercio ambulatorio es uno de ellos, allí las mujeres se concentran en los empleos de menor calidad, irregulares e informales.

En esta coyuntura las tareas reproductivas, vinculadas al trabajo no remunerado colocan a las mujeres en mayor riesgo de contagio es su rol en el cuidado de enfermos en el hogar, a la vez que son también las promotoras de los trabajos comunitarios voluntarios de cuidados y alimentación. En México, encuestas de uso del tiempo indican que en aquellos hogares con personas con enfermedades temporales las mujeres dedican 23 horas semanales al cuidado de los familiares enfermos versus 13 horas en el caso de los hombres.

 

HUBO UN TIEMPO EN QUE…

Sin embargo, esta relación asimétrica no fue siempre así, hubo momento en la historia en que el par familia-trabajo eran conceptos inseparables, lo mismo que las actividades productiva-reproductivas para las mujeres.

Mollart (1988) nos dirá que aquella “oscura edad media”, fue mucho más que un momento histórico de familias urbanas inmersas en la pobreza laboriosa, «una pobreza discreta, hasta secreta, hecha de mala nutrición crónica, de dificultades de alojamiento y vestido, sin esperanza ni alivio, privada en la mayoría del tiempo de la asistencia otorgada a las formas espectaculares de la indigencia de los mendigos, vagabundos y otros marginados”. Fue un proceso que dio lugar a profundas transformaciones en las relaciones sociales que se tradujeron en el rol de la mujer en la vida urbana. En la historia de la humanidad puede reconocerse una gran diversidad en la conformación de las relaciones humanas y organización del trabajo y la comunidad en la historia y en los diversos lugares del planeta.

Las mujeres desarrollaron todo tipo de trabajo con el fin de sostener el grupo familiar, pero por sobre todo se hicieron cargo de gestionar todos los sectores productivos, realizando tareas como ayudantes, pero también como independientes. Realizaban tareas en el campo y en la gestión del patrimonio rural; comercializando tanto los productos cultivados como artesanías; se habían ganado este espacio porque optimizan con su acción los pocos recursos disponibles.

Las mujeres fueron ganando experiencia y capacidades en actividades productivas ya fuera en la propia casa o ya en otros espacios económicos de los que después tendría que retirarse para volver a su rol en el hogar y los cuidados.

Con la revolución industrial la mujer fue excluida lentamente de los procesos de aprendizaje formal en los oficios agremiados, y de la gestión del trabajo en la industria textil quedando relegada a un rol de auxiliar, donde abundaba la mano de obra femenina y el trabajo mal pago. Se diferenció el trabajo económicamente productivo valorándolo como “real” del trabajo doméstico, económicamente “insignificante”.

En nuestro continente, las mujeres indígenas también sufrieron la desvalorización y depreciación de su trabajo, debiendo transitar un proceso de ruptura entre su rol como generadoras de vida, la estrecha relación que mantenían con la naturaleza y su cosmovisión.

En la situación actual los pueblos indígenas se caracterizan por una tremenda vulnerabilidad habitacional y urbana, que refleja la injusticia social y espacial producto de la estructura desigualdad del territorio. Tanto hombres como mujeres se encuentran en condiciones laborales de mucha precariedad, siendo su participación en mercados de alimentos la base de su economía. Las mujeres, las líderes indígenas responsabilizan al sistema colonial que se instaura con la conquista, y al sistema capitalista como responsable de la escisión que debieron transitar entre su vida y la naturaleza.[4]

Entre sus reivindicaciones el movimiento de mujeres indígenas, se reconocen como “dadoras de vida, no sólo porque parimos sino porque hacemos crecer ese nuevo ser. Nosotras somos parte y estamos dentro de ese vientre que es la Pachamama. Aquí la exigencia es reconocer la vida para todos, pero también con el ejercicio de derechos: iguales oportunidades y espacios para hombres y mujeres” (Blanca Chancosa, líder kichwa ecuatoriana, 2010).

Reflexionar sobre la división sexual del trabajo, la separación de las tareas de cuidado de las tareas productivas, la separación de la producción rural de la producción industrial nos presenta una racionalidad con alto sentido productivista que entendemos que pone en segundo lugar a las personas, y a la mujer en particular.

 

URBANISMO DE LO COTIDIANO

Las condiciones laborales de desigualdad a las que están sometidas prevalentemente las mujeres se relacionan con las posibilidades de alcanzar condiciones saludables para reproducir su existencia en tanto su accionar cotidiano. Pero no sólo es la desigualdad en los roles de trabajo, sino que la vivienda y la ciudad a la que accede también esta signada por malas condiciones edilicias, espacios reducidos, sin ventilación ni iluminación, con servicios insuficientes o inaccesibles, en general se trata de barrios de origen informal, con centros de abastecimiento sin equipamiento para el cuidado de niñes, acceso a la salud o apoyo institucional. Donde los servicios de transporte son de mala calidad o muy costosos, ámbitos donde lo más preciado son los lazos de organización tejidos por la comunidad.

La profunda disociación que existe entre lo público y lo privado nos lleva a encontrarnos en el espacio público despojados del contenido social que estos guardan en nuestras idealizaciones. Las ciudades están planificadas de manera segmentada, fragmentadas en el territorio. Por un lado, está la residencia, por otro lado, está el trabajo, por otro, las actividades de ocio y más allá, el espacio libre, sin equipamiento, sin función. Esto incrementa la dificultad de saber del otro, de conocer sus necesidades y sus experiencias.

La riqueza social que se produce en el acto de encontrarnos adquiere en los mercados una forma utilitaria y funcionalista donde las personas que compran o venden son elementos secundarios que asisten al movimiento de las mercancías. Las frutas y verduras se vuelven protagonistas y las personas simples objetos de circulación.

Sin embargo, como hemos expresado en los párrafos anteriores es necesario pensar un espacio que organice de otra manera el espacio urbano, promoviendo otro tipo de relaciones. Ya que es en las ciudades donde las mujeres se exponen mayormente a la pobreza.

Por todo los expuesto es difícil incorporar a las agendas de la política pública la voz de estos actores, cuya omisión está vinculada como hemos visto con este rol de sumisión asignado históricamente que silencia el conflicto despolitizando la acción que estos agentes practican.

La arquitectura y el urbanismo con perspectiva de géneros requieren visibilizar y problematizar sobre aquellos aspectos del habitar de las mujeres donde urgen políticas públicas para afrontar estas desigualdades estructurales. La vida cotidiana, los espacios de consumo, los espacios públicos, la movilidad y el transporte, la proximidad a los equipamientos y servicios contemplando las diferencias que existen en la práctica según sexo y género. (Jaime, 2018)

 

ACCIÓN PUBLICA y GESTIÓN SOCIAL

Se trata de llevar adelante una propuesta de acción urbana y de gestión que logre articular aquellas cuestiones relegadas al ámbito de lo privado, de la reproducción, de los cuidados, del intercambio cotidiano, con las cuestiones públicas. Se propone en este sentido profundizar la observación sobre la instrumentación.

Necesitamos hacer de las prácticas y herramientas de gestión social, políticas públicas. Esto permitiría incorporar al trabajo cotidiano de gestión social los recursos del Estado.

Nos referimos a recursos tanto económicos como cognitivos y de instrumentación y registro. Promoviendo la estabilización de acuerdos; arbitrando para promover el cambio de escala de los problemas, de modo que puedan ser pública tanto la voz como los instrumentos de los que luchan por transformar la desigualdad social.

En Argentina las acciones púbicas frente al Covid-19 tuvieron como principales protagonistas a las organizaciones sociales para la gestión social de la pandemia.

El establecimiento de un Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) alivió la situación en los hogares llegando mayoritariamente a mujeres. Esto es porque se priorizó reforzar el ingreso de les beneficiaries de la Asignación Universal por Hijo (AUH) administrada en un 90% por mujeres. El IFE también permitió visibilizar el universo de trabajo informal vinculados a los cuidados tanto remunerado como no remunerado.

Con respecto a las políticas de abastecimiento de frutas y verduras, en el mercado concentrador de Buenos Aires se está llevando adelante una propuesta denominada “Compromiso Social de Abastecimiento”. Consiste en la incorporación de la información como herramienta reguladora del mercado, ampliando los conocimientos tanto de les productores como de les comerciantes y consumidores. Se trata de soluciones informativas para aportar a la logística del abastecimiento, tarea fundamental de la ingeniería. Esta propuesta permitirá gestionar socialmente los cuidados frente al Covid-19, para poder conseguir alimentos a precios acordados contando con información, a través de una aplicación móvil, sobre los modos de desplazarse y obtener los productos necesarios según la localización de les consumidores.

Para el armado de la plataforma que da lugar a la aplicación confluyeron en su desarrollo miembros de distintas instituciones, directivos del Mercado Central, responsables de la secretaria de Comercio Interior del Ministerio de Producción de la Nación, y autoridades de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires. Esto refuerza la necesidad de una acción pública que ponga el centro en la sociedad.

 

UN ANDAMIAJE PROVISORIO PARA LA ACCIÓN

 Hemos recorrido a la luz de la perspectiva de géneros las relaciones desiguales que se han puesto de manifiesto a partir del advenimiento del Covid-19. Los grandes y pequeños mercados distribuidores de fruta y verduras de nuestra región, han puesto en relieve las precarias condiciones laborales del trabajo que se realiza allí, así como también lo inadecuado de sus infraestructuras para dar respuesta a los requerimientos de hombres y mujeres que dejan allí buena parte de su vida.

Las desiguales relaciones del mundo del trabajo, las magras remuneraciones que perciben les trabajadores en estos ámbitos, han profundizados los efectos dañinos especialmente en las mujeres, sobre las que recaen las tareas de cuidado y reproducción.

Mirando hacia atrás en la historia hemos podido reconocer la necesidad de centrar nuestras acciones en la promoción de acciones que permitan tanto a hombres como mujeres, reunir su trabajo reproductivo con su trabajo productivo, lo rural con lo urbano, lo público con lo privado.

A la luz de lo analizado surgen algunos lineamientos que podrían servir como andamiaje provisorio para la elaboración de proyectos de gestión social para el desarrollo de políticas de acción pública.

  • Es necesario reconocer las practicas colectivas que permiten a los actores identificarse como sujetos sociales para enfrentar los efectos de la desigualdad evitando aquellas acciones que definen a la población como objeto de ayuda social. (Quintar, 2004)
  • Promover acciones que disminuyan la brecha de desigualdad en el trabajo que hay entre varones y mujeres y desarmen las estructuras de dependencia, y asistencialismo que se gestan en torno a las politicas publicas. Tenemos que aprovechar estas oportunidades para ampliar la concepción del Estado creando herramientas que permitan incoporar a las politicas publicas, las acciones de lucha que promueven justicia e igualdad en los actos cotidianos
  • Identificar los obstaculos que enfrentamos les urbanistas y arquitectes para abordar las demandas de acción formuladas desarrollando proyectos con centro  en los individuos y sus relaciones sociales. Para ello es necesario ir más alla de los objetos “agradables” y las “formas bellas”, profundizando en las necesidades de las personas y promiendo el  el acceso a los derechos urbanos.
  • Realizar propuestas que contemplen la complejidad de actores, saberes y escalas que confluyen en un acto. Las expectativas de les actores tienen que ponerse en juego, para ello es necesario ampliar la escucha, ver mas alla de la demanda funcionalista. Promoviendo un diseño que mejore las condiciones sociales de vida de las personas..
  • Utilizar nuestros saberes en contexto, ordenar los flujos y aliviar congestiones sin dejar de proporcionar los medios para una comunicación profunda sobre la base de las redes de comunicación ya creadas por la comunidad.
  • Pensar un urbanismo y una arquitectura que retomen las bases del encuentro desarrollado historicamente. Los elementos de diseño pueden ir al rescate de formas de relaciones sociales integradoras y solidarias para enriquecerlas con los desarrollos tecnologicos actuales.
  • Diseñar espacios que promuevan el encuentro para la gestión social, para determinar cómo organizar el trabajo, como distribuir equitativamente los bienes y servicios y como dirimir los conflictos sociales que surgen en torno al trabajo.

Murray Brookchin, en su libro “los limites de la ciudad” nos recordaba que “para los griegos la ciudad era algo mas que el producto de las técnicas de diseño o de edificios dispuestos racionalmente”, poniendo en valor “la ciudad como dominio de la libertad y de la buena vida”, donde formamos parte de una totalidad organizada sin perder nuestra individualidad, condición inalienable para la diversidad creativa. Para nosostros tanto estas ideas provenientes de la cultura occidental como las que recogiamos en el desarrollo del articulo de los pueblos originarios de america, son algunas de esas claridades que no pueden pasarse por alto si queremos promover proyectos socialmente valiosos y profundamente democráticos.

 

 

 

BIBLIOGRAFIA

BOOKCHIN, Murray (1978) Los limites de la ciudad. Editorial Hermann Blume. Madrid, España.

BUOLLOSA, Rosana (2013) “MIRANDO AO REVÉS NAS POLÍTICAS PÚBLICAS: notas sobre um percurso de pesquisa”. Extraído de https://revistas.pucsp.br/pensamentorealidade/article/view/17572

FALÚ, Ana (2015) Manual de Género para las Políticas y Planificación Territorial. Secretaria la Integración Social Centroamericana SISCA. Cordoba, Argentina.

JAIME, Ma. Eugenia (2019). “Desnaturalizar las asimetrías”. En: Construcción social de los géneros en la ciudad injusta. Editoras: Jaime, Eugenia; Mansueto Clara. Ediciones: Universidad de Buenos Aires. FADU-Instituto de la Espacialidad Humana. CABA, Argentina.

JAIME, Ma. Eugenia (2018). Urbanismo de los cotidiano. Ediciones Proyecto Habitar. CABA, Argentina.

https://issuu.com/proyectohabitar/docs/urbanismo_de_lo_cotidiano

MOLLAT, Michel (1988) Pobres, humildes y miserables en la Edad Media. Estudio social. Trad. Carlota Vallée. México, FCE.

MUXI, Zaida (2018) Mujeres, casas y ciudades. Más allá del umbral. Editorial:

DPR-BARCELONA. Barcelona, España.

QUINTAR, Aida,  Calello, Tomás (2002) “Prácticas colectivas populares en la Región Metropolitana de Buenos Aires. ¿Indicios de nuevas formas de pensar-hacer política?”, en Rofman, A. (comp.), La acción local de las organizaciones sociales de base territorial, Buenos Aires: Instituto del Conurbano-UNGS/ IDEP-CTA

 

 

 

[1] http://www.mercadocentral.gob.ar/news/protocolo-de-medidas-preventivas-covid-19

[2] https://www.larepublica.co/economia/un-mercado-de-32-millones-de-toneladas-al-ano-2055511

[3] https://www.revistainternos.com.ar/2020/03/como-actuaron-los-mercados-mayoristas-de-frutas-y-verduras-del-mundo-ante-el-coronavirus/

[4] Gloria Alicia Caudillo Felix (2016) Las mujeres indígenas y el buen vivir. Extraído de http://educacionglobalresearch.net/wp-content/uploads/EGR10-04-Caudillo-Castellano.pdf

Barrio La Esperanza. Conocer para proyectar.

Autoras: Mariana Aleksandrowicz, Gabriela Torrents

 

La Esperanza es un barrio que tiene origen en el año 2000 (ver nota anterior), localizándose sobre una barranca con pendiente hacia la planta de Petromining. Se encuentra en el perímetro identificado con el ID 1493 dentro del Registro Nacional de Barrios Populares. Nuestro trabajo se ha enfocado en el relevamiento de 4 manzanas que se encuentran en uno de sus extremos, el sector más reciente del barrio.

A lo largo del mes de octubre, realizamos junto con les pobladores un relevamiento a distancia. Mediante el análisis de imágenes aéreas del barrio con algunos intercambios por whatsapp pudimos mapear los conflictos urbanos, aproximándonos a la elaboración de un informe que recupere lo observado, reunido con las perspectivas de les pobladores.

El sector analizado tiene una superficie de 1.82ha y viven 50 familias. Les primeres pobladores se asentaron hace 20 años. Marcaron y delimitaron las primeras 2 calles, trazando la continuidad de la calle Gismundi, y otra calle perpendicular (sin nombre), conformando una nueva manzana. Desde ese momento, fueron coordinando distintas acciones, disponiendo de sus recursos, tiempo y trabajo para construir sus viviendas, asi como las infraestructuras y el espacio barrial.

Las viviendas se distribuyeron en un loteo delimitado por les pobladores. Las superficies de los terrenos varían entre 200m2 y 400m2, en cada uno se edificaron entre 1 y 3 viviendas, en su mayoría desarrolladas en planta baja. Durante los primeros años las viviendas fueron de madera y chapas. Actualmente un 65% poseen cerramientos de mampostería, con distintos tipos de terminación (un alto porcentaje no están revocadas).

En cada lote cuentan con pozos absorbentes que reciben las aguas negras, mientras que las aguas grises en general son volcadas en los patios o en las zanjas que se encuentran en los frentes de los lotes.

Las calles son de tierra y tienen 7 metros de ancho, admitiendo la circulación vehicular. Además hay tres pasillos de uso y circulación pedestre. A 1 metro de la línea de frente de lotes, les pobladores cavaron estas zanjas para el escurrimiento del agua de lluvia y para volcar las aguas grises. Estos efluentes finalmente desembocan sobre la barranca.

En los últimos años, el barrio se extendió hacia la base de la barranca, dónde hay más de 50 viviendas. Esta transformación incremento el flujo de circulación entre ambos niveles, aspecto por el cual se trazaron senderos en la tierra, en áreas que presentan una pendiente de 50°, configurados por el uso de quienes bajan y suben a diario.

El barrio cuenta con una red de agua autoconstruída. Realizaron una instalación troncal de 250 metros para el abastecimiento de estas manzanas. Según lo relevado, el caudal de agua es insuficiente, ya que no disponen de presión constante. Esta instalación al igual que las de las viviendas requieren mejoras. En la mayoría de los casos no cuentan con tanque de reserva, almacenan el agua en bidones, baldes y tachos de 200 lts. Por hogar hemos relevado menos de 2 canillas, en numerosos casos se encuentra fuera de la vivienda.

Con respecto a la disposición de residuos, en el barrio hay un contenedor de 1100lts desde mayo de este año, que el municipio vacía una vez por semana. Si bien este fue un logro del reclamo de les pobladores, el volumen del mismo y la frecuencia de recolección es insuficiente para la cantidad de personas que habitan el sector. Les pobladores han trazado otras estrategias para resolver este problema. Algunos trabajan con residuos sólidos urbanos y realizan separación en origen y reciclaje, otres realizan compostaje, en otros casos queman sus residuos. En este proceso, se conformaron 2 puntos de microbasurales en sectores no habitados y linderos a la barranca, provocando contaminación, presencia de ratas y otros roedores en el sector.  

Las calles, pasillos y bordes de la barranca son los únicos espacios de uso común y de esparcimiento. Allí se desarrollan, en simultáneo, distintas actividades: la circulación de vehículos y de personas, el lugar de encuentro y reunión entre vecines, y el espacio de juego cotidiano de les niñes.

Los pobladores del barrio La Esperanza no pueden esperar más. El relevamiento realizado desde Proyecto Habitar ha aportado en construir los datos necesarios para poner en agenda la desigualdad urbana con la que conviven. Es necesario conocer las condiciones físicas y sociales del barrio para proyectar alternativas de mejora y acceso tanto a infraestructuras como a espacios saludables para les pobladores.